

Revalorización
Las obras de arte, que representan el nivel más elevado de producción espiritual, serán acogidas favorablemente por la burguesía únicamente si hay posibilidad de que generen directamente una riqueza material.
Karl Marx
¿Será importante esta obra de arte en diez años? ¿Se multiplicará el valor de esta obra en diez años como sucedería con una cartera de valores? ¿Qué es lo que hace valiosa una obra de arte? Para analizar el concepto que nos ocupa, habría que reformular la pregunta de manera más concisa, pues lo anterior podría llevar a malentendidos: ¿Qué es lo que hace valiosa una obra en el mercado secundario del arte? o dicho de otra manera, ¿qué se considera arte contemporáneo de valor? Otras cuestiones paralelas también son importantes a la hora de construir la presente definición: ¿Quién determina este valor? ¿Qué elementos entran en juego en la transacción comercial de una obra de arte?
En el complejo proceso de revalorización del arte entran en juego diversos agentes, siendo los principales componentes de valor añadido lo que se conoce como “casas de subastas de marca” (Christie´s y Sotheby´s fundamentalmente) y los principales marchantes [1]; en mucha menor medida, ello depende de los conservadores de museos que comisarían exposiciones temporales y de manera prácticamente nula de los compradores[2].
A través de un complejo programa de marketing, publicidad y relaciones públicas, las casas de subastas y marchantes buscan promocionar a artistas determinados, creadores de bienes posicionables. De esta manera, las casas de subastas y marchantes se convierten en valedores de lo que se considera en el mercado del arte como el “buen gusto”. Es muy ilustrativa la política de compra de un marchante, quien siempre aconseja a su cliente comprar con los oídos y no con los ojos, pues lo que éste entiende que está comprando es el valor futuro del artista.
¿Es lo mismo el valor que el precio de una obra de arte? Evidentemente, no. De las muchas definiciones que se manejan hay una que resalta sobre las demás: “el valor es el estado potencial del precio”. Se podría clasificar el valor como el estado posible y el precio como el estado real; de lo anterior se deduce que el precio es histórico y el valor no. En esta misma línea, habría que establecer una diferencia entre tasación y valoración, pues normalmente se toman como sinónimos. La tasación consiste en anticipar los precios que determinará el mercado; la valoración es el valor de uso subjetivo del bien considerado, es decir, un juicio de valor.
Las variables que determinan el precio de mercado de una obra, generalmente, tienen poco que ver con su valor intrínseco, ni con su aportación histórica y estilística, aspectos que interesan más en el mundo intelectual y académico. El precio o la cotización real de la obra, está condicionada por una serie de factores externos: la moda o emulación social, la posesión-poder, la competitividad, el sector y la economía, la opinión del mercado sobre el artista, el fallecimiento del propio artista y la necesidad de venta de un propietario.
El valor de una obra de arte se establece en función de otras variables: el mercado del artista, las características de la obra y la subjetividad de cada potencial comprador. Por ello, se puede establecer una diferencia entre el valor relativo y el valor subjetivo de una obra. El valor relativo hace referencia a términos económicos comparativos, es decir, valores intrínsecos a la obra que influyen directamente en su cotización: belleza, calidad, perfección, visibilidad, rareza, estilo, año de realización y periodo, tipo de técnica empleada, presencia de la firma[3], medidas de la obra, estado de conservación, historial documental[4], procedencia de la obra y genealogía de sus propietarios, comparación con obras similares y exportabilidad o inexportabilidad de la pieza. A esto se pueden unir una serie de circunstancias externas que pueden condicionar las cotizaciones y que tienen su causa directa en las actuaciones de los subastadores: el alza o baja artificial de la cotización de una obra vendida en subasta pública y el alza o baja en el mercado de la cotización de un artista. El valor subjetivo o valor de disfrute estético, viene determinado por una consideración de índole personal que viene marcada por la singularidad de cada obra.
Bibliografía
Corrado Misseri S., El valor de las obras del arte, Valencia, Universidad Politécnica de Valencia - Departamento de Conservación y restauración de bienes culturales, 1994.
Espel Aldámiz-Echevarría M., El mercado del arte. Reflexiones y experiencias de un marchante, Gijón, Trea, 2013.
Findlay M., El valor del arte. Dinero, poder, belleza, Barcelona, Fundación Gala- Salvador Dalí, 2013.
Thompson D., El tiburón de 12 millones de dólares: la curiosa economía del arte contemporáneo y las casas de subastas, Barcelona, Ariel, 2010.
Vettese A., El arte contemporáneo: entre el negocio y el lenguaje, Madrid, Rialp, 2013.
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[1]Estos muchas veces son sustitutos del juicio estético del comprador, actuando como refuerzo de éste ante la inseguridad que le produce su desconocimiento del tema.
[2]Normalmente se definen dos actitudes opuestas para con los coleccionistas: la implicación romántica y el especulador comercial; nos interesa para esta definición el segundo caso, cuya satisfacción procede en gran medida del precio pagado por la obra.
[3]En el mercado occidental la autenticidad es un atributo fundamental del que depende que un objeto tenga valor o por el contrario que no valga nada (falso).
[4]En esta categoría se incluye: autentificación y catalogación de la obra, antecedentes histórico-comerciales, exposiciones temporales en las que haya participado y referencias bibliográficas en las que la obra haya sido citada -aumentando aún más su importancia si en éstas se incluye una reproducción de la misma-.