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Je est un autre

(Yo) es otro

Hemos perdido la fuerza capaz de dominar el caos. Estamos ante la ausencia del fundamento de toda razón capaz de unificar los elementos del mundo e imponerles una unidad. Una crisis radical del artista, tanto lingüística como psicológica, que le hace percibir su propia pluralidad y le impide representar el mundo en su obra. Esta ruptura con la temporalidad lineal fundada por el nihilismo, que nos impide relatar la historia de una vida, inaugura el espacio abierto de la página en blanco.

 

Es el momento de búsqueda de nuevas formas y escrituras a través del libre juego de los posibles. Autores fin de siècle como Hofmannstahl, Rilke, Musil o Kafka darán voz a una nueva conciencia y sensibilidad, ya que la tarea ensayística se proclama como una voluntad hipotética, un encuentro con lo infigurable. El lenguaje poético y el pictórico son a partir de ahora los intermediarios entre el sujeto y las cosas. Por tanto, el arte de nuestro siglo debe entenderse articulado a un problema de lenguaje. Ninguna forma puede ser interpretada como la única y definitiva. Después de la disolución viene la metamorfosis.

 

La muerte del sujeto clásico yace en el interior de la obra misma, estamos ante un sujeto finito, empírico, condicionado, que no posee la capacidad, la facultad de establecer lo incondicionado, lo absoluto (Jarauta, 1988). A partir de ahora para que pueda ser he de ser otro, decía Octavio Paz. Mi identidad permea en el mundo, me piensan los ojos que me miran, el Yo es un espejo de múltiples cristales y el que devuelve la mirada es Otro, somos cientos de nombres, puedo ser Mr. Hyde o el cisne negro. El individuo siente que su vida es algo ajeno que ya no le pertenece pero siente nostalgia de ella, como si alguna vez le hubiera pertenecido y ahora la hubiese perdido. Debemos elegir entre apostar por un individuo que debe insertarse en un mundo que oprime sus posibilidades y desarrollarse unilateralmente para convertirse así en un elemento útil en el engranaje de la realidad, u optar por expandirse en todas las direcciones, en explorar todas sus posibilidades. Apostamos por la segunda opción.

 

El sujeto del experimento es el Yo, entendido como concepto activo y en continuo movimiento, una historia en primera persona que reinterpreta ciudades y lenguas. El Yo no es capaz de figurarse ni su propio origen ni su propio fin, la primera experiencia que recogemos del mundo es la experiencia del tiempo, de la muerte y la caducidad de todo lo humano. Esa construcción bebe de la locura, la alucinación, el drama y la teatralidad. Elementos clave de un boho- poeta vidente como Rimbaud, y es que este Yo ficticio trasciende las condiciones materiales, después de la muerte también soy Otro: el que retorna, le revenant, aunque ya no tenga reflejo.

 

 

Bibliografía

 

Broch, H., “Hofmannstahl y su tiempo” en Poesía e investigación, Barral editores, 1974.

 

Hofmannstahl, H.V., Carta de Lord Chandos, Murcia, Arquitectura, 1981.

 

Lukàcks. G, “Sobre la esencia y la forma del ensayo”, en El alma y las formas, Barcelona, Grijalbo, 1970.

 

Jarauta, F. “Fragmento y totalidad. Sobre los límites del clasicismo” en AA.VV; Los confines de la modernidad, Barcelona, Granica. 1988.

 

Rimbaud, A., Carta del vidente dirigida a Paul Demeny, 1871.

 

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