top of page

Huella

Siempre, ante la imagen, estamos ante el tiempo

 

Didi-Huberman.

 

 

Marcar, rasgar, imprimir nuestro signo en los muros es un gesto que va mucho más allá del puro acto vandálico. Es casi una necesidad existencial, dejar testimonio de nuestra presencia, de nuestro paso por el mundo, de nuestros pensamientos, sentimientos y emociones, nuestras angustias y nuestros miedos. Nuestra huella.

 

Esa huella que vemos en los muros de barrios antiguos, aquellos donde el peso de la memoria se respira en la atmósfera y cala en los huesos, donde las paredes hablan a gritos de historias ya olvidadas y recuerdos borrosos que se refugian entre las grietas de las paredes y la pintura desconchada. Son esos muros que describía el poeta César Vallejo cuando hablaba de las casas recién construidas como casas muertas, mientras que aquellas que estaban habitadas, aquellas que llevaban la huella de las personas vivían, se nutrían de la presencia humana. Son esas paredes con graffitis que inmortalizó Brassaï en sus fotografías, con esas mismas huellas que Tàpies escogió como elemento de investigación y de experimentación plástica en sus muros.

 

Huellas que se aprecian en las varias capas que se van sedimentando, en los materiales heterogéneos, en aquellas marcas que son símbolos de diferentes acontecimientos cuyo discurrir va conformando con el paso del tiempo estratificaciones y superposiciones, la piel de la ciudad. Una orografía urbana que conceptualmente no difiere tanto de la superposición de sedimentos que estudian a nivel geomórfico artistas del Land Art u otros como Carlos Irijalba, quien entiende que las acumulaciones, cristalizaciones y erupciones no ocurren exclusivamente en la materia visible, sino que también son fenómenos que podríamos trasladar a nuestro entorno, a nuestro lenguaje, a nuestras dinámicas sociales. Así como los materiales geológicos nos hablan de la historia de nuestro planeta a través de sus sedimentos y de los seres que los han habitado, a nivel urbano, las huellas en los muros cuentan las vivencias de sus habitantes, sus relaciones sociales y territoriales, sus configuraciones históricas, sus calles, sus rutas, sus mensajes y sus signos. Son muros que no escapan a ese carácter testimonial, tanto voluntario como involuntario, de la presencia física del ser humano, pero tampoco de los elementos atmosféricos, las reacciones químicas, los procesos telúricos.

 

Por esta razón, si observásemos nuestra ciudad a través de la mirada del geólogo se nos abriría un mundo de nuevas posibilidades perceptivas. Si las estratificaciones de los materiales son como las páginas de un libro que cuentan la historia del planeta en el que vivimos, las huellas en los muros urbanos, entre los pliegues del olvido, en las fisuras y las grietas de las paredes nos narran historias cotidianas, anónimas, subyacentes a los grandes relatos, pero igualmente apasionantes. Esas estratificaciones, esas capas que se van sedimentando en los muros son contenedoras de tesoros, historias, pasiones, odios y miedos. Historias que dejan cicatrices en la ciudad.

 

Las huellas son esos indicios que nos permiten elaborar una nueva cartografía urbana y, al mismo tiempo, esos puntos de convergencia de diferentes temporalidades: el mismo mensaje que dejó en una pared del barrio una pareja de enamorados ayer, lo podemos leer prácticamente idéntico en una pared de Pompeya escrito hace más de 2.000 años.

 

Grabar cosas en los muros es reencontrarse con el antiguo gesto humano y la antigua manera de descubrir el mundo (Brassaï, 1993)[1].

 

 

Bibliografía

 

Brassaï, G., Brassaï: Graffiti, Paris, Flammario, 1993

 

Didi-Huberman, G., Ante el tiempo. Historia del arte y anacronismo de las imágenes, Buenos Aires, Adriana Hidalgo, 2011

 

Lootz, E., Eva Lootz: sedimentacions, Palma de Mallorca, Fundació “Sa Nostra”, 2004

 

Tàpies, A., Comunicación sobre el muro, Barcelona, Ediciones de la Rosa Cúbica, 2004

 

Vallejo, C., Poemas humanos, Lima, Laberintos, 2007 Disponible aquí.

 

http://carlosirijalba.com/

 


 

[1] Traducción propia del original en francés: Graver sur un mur, c’est retrouver l’antique geste humain et aussi l’antique façon de découvrir le monde (Brassai, 1993).

 

bottom of page