

Lenguaje
Buscando el origen de una teoría que nos explique cómo hacer cosas con palabras, el filósofo del lenguaje J.L. Austin nos ofrece un marco adecuado desde el que investigar las relaciones entre las palabras y las acciones que se derivan de la emisión de las mismas.
Austin reconoce en su estudio de las diversas funciones del lenguaje, que éste no sólo posee una función descriptiva del mundo o constatativa, sino que también puede ser performativo. Durante mucho tiempo se estableció que un enunciado sólo podía decir algo acerca del mundo que fuera verdadero o falso. Pero para Austin esa idea de que todo enunciado debe tener un carácter verificable está fundada en un error, ya que contamos con otro tipo de enunciados y expresiones que se formulan con un propósito diferente y que no son sinsentidos. Este segundo tipo de enunciados recibe el nombre de enunciados performativos o realizativos cuya diferencia con los descriptivos o constativos radica en la diferencia entre decir y hacer algo.
Austin hace una oposición entre el acto de decir (emitir ciertos ruidos con una estructura que pertenecen a una lengua determinada) del acto que llevamos a cabo al decir algo (prometer, felicitar, casar, saludar, insultar…etc.). La primera recibe el nombre de dimensión locucionaria y la segunda la ilocucionaria. Por último, el acto que realizamos porque decimos algo (convencer, intimidar, ofender…etc.) es la dimensión perlocucionaria del acto lingüístico. La relación entre la dimensión locucionaria y la perlocucionaria (lo que hacemos al decir algo) es convencional.
Los enunciados realizativos o performativos poseen la peculiaridad de que en el momento de ser pronunciados, en ciertas circunstancias, se lleva a cabo una acción diferente a la acción de pronunciarlas. Es decir, por el mero hecho de pronunciar esas palabras, hay algo que sucede. Por ejemplo cuando alguien dice: “Yo os declaro marido y mujer” no es un informe de que la pareja es ahora un matrimonio sino que en el momento en que emite ese enunciado los está casando. El éxito de un realizativo no consiste en ser verdadero, sino en ser afortunado (o feliz). Austin realiza una clasificación de las distintas maneras en las que un acto de habla puede ser desafortunado o afortunado. Las condiciones de las emisiones realizativas son las siguientes:
-Debe haber un procedimiento aceptado que tenga cierto efecto convencional, las personas y las circunstancias deben ser las apropiadas. Por ejemplo: no puede casar alguien que no tenga autoridad para ello.
-El procedimiento debe ejecutarse correctamente y en su totalidad.
-Los participantes deben tener los estados mentales adecuados y deben actuar de manera consecuente.
Por último, es necesario remarcar la importancia que poseen los actos performativos, ya que desde el momento en el que damos los "buenos días" por la mañana continuamente los estamos realizando y ese simple gesto de saludar es capaz de cambiar el estado de cosas del mundo.
Bibliografía
Austin, J. L., Cómo hacer cosas con palabras: Palabras y acciones, Barcelona, Paidós, 1982.
Valdés, L.M (comp.), La búsqueda del significado, Madrid, Tecnos, 2000.
Hierro Sánchez Pescador, J., Principios de Filosofía del Lenguaje, Madrid, Alianza, 1980-82.