top of page

Patrimonio Cultural

La valorización es la llave de acceso del dispositivo. Este término clave […] resulta inquietante por su ambigüedad. Remite a los valores del patrimonio que se desea que se reconozcan. Pero contiene también la noción de plusvalía. Plusvalía de su interés, de su agrado, de su belleza, ciertamente. Pero también plusvalía de su atractivo, de obvia connotación económica.

 

Françoise Choay

 

 

El patrimonio cultural es un concepto complejo que puede ser abordado desde diferentes ámbitos, como la historia del arte, la antropología, la historia, la promoción turística, la economía o el derecho, cada uno de los cuales aporta una visión particular.

 

Para que algo sea considerado patrimonio debe haber superado previamente un proceso de patrimonialización, es decir, un recorrido largo y complejo en el que encontramos imbricadas políticas públicas e institucionales. El patrimonio no se refiere exclusivamente a aquellos bienes materiales y tangibles sino que, como es sabido, incluye también un patrimonio intangible que abraza varias formas de expresión, conocimiento y todo un conjunto de creaciones basadas en la tradición de una determinada comunidad cultural. Dentro del ámbito del patrimonio, por tanto, encontramos elementos tan diversos como pueden ser una colección del siglo XVI o la conmemoración del recuerdo de una masacre de guerra.

 

Existen múltiples factores sociales que contribuyen a la construcción (o destrucción) del patrimonio, pero lo que es importante recalcar es que éste representa un importante elemento identitario en torno al cual una determinada comunidad se reconoce. Nuestro patrimonio cultural es la piedra angular de nuestra identidad y nuestra memoria histórica.

 

En lo que respecta al patrimonio privado, como señala James Clifford, podríamos decir que algunas formas de recolección de un mundo material o la delimitación de un territorio subjetivo entorno al yo y al grupo son posiblemente universales. Dichas colecciones suponen “jerarquías de valor, exclusiones y ámbitos de identidad bien reglamentados” aunque, como sigue explicando el historiador, la idea de que la identidad sea una forma de riqueza (en objetos, conocimientos, recuerdos, experiencia) no es en modo alguno universal. En Occidente, “coleccionar ha sido durante mucho tiempo una estrategia que ha permitido el despliegue de un yo posesivo, de la cultura y de la autenticidad” (Clifford, 1993).    

La relación entre el valor cultural y el coleccionismo privado, a veces de uso exclusivo, es un tema candente que despierta gran interés. Durante el III Encuentro de Museos de Europa e Iberoamérica en el marco de ARCOmadrid14, por ejemplo, se ha analizado la relación del museo público con el mercado y con los coleccionistas buscando nuevos paradigmas en un mundo globalizado y haciendo hincapié en la responsabilidad ética de estos últimos, que hacen acopio de piezas pertenecientes al patrimonio común de la sociedad.

 

De hecho, si hablamos de patrimonio común y cultura debemos recalcar, como recordaba Giulio Carlo Argan, que esta última no es propiedad de alguien o algo. Bien cultural es sinónimo de bien público y el término “bien” lleva intrínseco un sentido patrimonial, puesto que los bienes culturales son tales en cuanto parte de un patrimonio (Argan, 1986).

 

Centrándonos en el ámbito del patrimonio cultural público, la pugna entre intereses privados y públicos no es ninguna novedad. La preocupación que expresaba Argan en 1986 ante la privatización enfocada tanto a la posesión de bienes como a la gestión privada del patrimonio sigue estando completamente vigente.

Algunos episodios recientes son especialmente clamorosos respecto a la alienación del patrimonio, como el alquiler por parte del alcalde de Florencia del Ponte Vecchio para una fiesta privada de la Ferrari, el cierre al público del Museo Nacional de Arte de Cataluña en Barcelona para celebrar una gran boda india, o la firma del acuerdo comercial para que la estación de metro Sol y la línea 2 del metro de Madrid lleven el nombre de la compañía Vodafone.  

 

Los defensores de este tipo de iniciativas justifican la utilización del patrimonio cultural público con fines privados como medidas que generan grandes ingresos para la economía municipal. Parece que nuestras ciudades pasan de ser comunidades civiles, políticas y culturales a convertirse en marcas comerciales destinadas a su venta y explotación.

 

Nuestro patrimonio cultural debe ser inclusivo, tratándose de una riqueza que pertenece a la totalidad de la ciudadanía. Su explotación comercial y uso por parte de una fracción privilegiada de la sociedad asesta un duro golpe a la democracia y representa una usurpación de los derechos de los ciudadanos, cuyos intereses colectivos sucumben al poder del capital. Al parecer, todo debe ser mercancía.

 

 

Bibliografía

 

Argan, G. C., “Beni culturali, ma di chi?” Insegnare, II, nº 7-8. Julio-agosto, pp. 7-9, 1986. Disponible aquí.

 

Choay, F., Alegoría del patrimonio, Barcelona, Gustavo Gili, 2007

 

Clifford, J., “Coleccionar arte y cultura” en Revista de Occidente, nº 141, febrero, pp. 14-40, 1993. Disponible aquí.

 

Montanari, T., “Da Renzi una novità: le mani sulla città”, en Il Fatto Quotidiano, 13 de marzo 2014. Disponible aquí.

 

Rueda F., “El uso privado del patrimonio de todos” en El País, 14 de enero 2014. Disponible aquí.

 

Jarque, F., “ARCOmadrid 2014”, 5 diciembre 2013. Disponible aquí

 

 

bottom of page