

Fetichismo de la mercancía
Para el mundo moderno, que se piensa a sí mismo como el reino de la luz que ha vencido al de las tinieblas, el “fetichismo” es un fenómeno del pasado, de la época en que el Hombre estaba aún a oscuras en medio de la Naturaleza, dominado por ella.
Bolívar Echeverría
Marx no acaba de definir muy claramente el concepto de “fetichismo”, pero utiliza símiles asociados, sobre todo, con caracteres religiosos sugiriendo que el fetichismo de la mercancía es la continuación de otras formas de fetichismo social como el fetichismo religioso. En el mundo mercantil capitalista, en el mundo de los productos dotados de valor, justamente por la forma mercantil que adoptan, se presentan a los hombres con una apariencia adherida que Marx denominó el fetichismo de la mercancía. La categoría de mercancía concentraría todas las “argucias teológicas y sutilezas metafísicas” de la ideología capitalista.
“La forma de mercancía y la relación de valor entre los productos del trabajo, en la cual aquella se presenta, no tienen absolutamente nada que ver con la naturaleza física de los mismos ni con las relaciones resultantes entre cosas. No hay aquí nada más que una determinada relación social entre los hombres mismos, que adquiere para ellos la forma fantasmagórica de una relación entre cosas”[1].
La cosa natural, tal como la entiende Marx, no tiene valor en sí, pues necesita de la división del trabajo. El problema de la mercancía es su doble carácter, porque es cosa y mercancía a la vez: por un lado simple valor de uso y, por otro, producto social (el valor de cambio como carácter social y sobrenatural). Su doble carácter la define como objeto propio del sistema capitalista, y es esta extraña mixtura –ocultada- la que provoca la fascinación que él denomina fetichismo. Es decir, valor de uso y valor de cambio, un lado físico y otro metafísico, natural y sobrenatural. Algo emparentado con la superstición y la magia que remite a la idea de un dios oculto en la intimidad de la mercancía. Ésta se sitúa en el centro de la vida social, regulando las relaciones entre los hombres, quienes contemplan encantados el espectáculo.
La mercancía y su fetichismo sería el hijo monstruoso de la producción capitalista, y la obra de arte la más sofisticada de las mercancías, siendo todo fetiche. Si bien siempre ha existido mercado del arte, su forma y funcionamiento adquieren un nuevo carácter bajo el capitalismo: mercancía artística. En el mundo de la publicidad donde los objetos han sido privados de su utilidad y han dejado de consumirse como producto, el objeto pasa a ejercer un poder simbólico de prestigio, de calidad de vida, incluso de felicidad. Nuestra adoración por la obra de arte corre en paralelo a nuestra adoración fetichista por la mercancía. Quizá sigamos viviendo en el mundo de las tinieblas, cegados por el brillo mercantil.
Bibliografía
Carmona J., “Aura y fetiche”. Nómadas. Revista Crítica de Ciencias Sociales y Jurídicas. Número 13, 2006.
Gutiérrez E., “Del fetiche de la mercancía en Marx a la noción de “útil” y “obra de arte” en la hermenéutica de Heidegger: Producción,imagen y tiempo”. Revista Observaciones Filosóficas. Número 15, 2012-2013.
Margulis M., “Ideología, fetichismo de la mercancía y reificación”. Aquí.
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[1] Marx K., El fetichismo de la mercancía (y su secreto). Logroño, Editorial Pepitas de calabaza. Prólogo de Anselm Jappe, 2014, p.36