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Industria Cultural

La Escuela de Frankfurt expande el análisis marxista de la economía hacia la producción de lo que podríamos denominar bienes culturales, adoptando una actitud crítica unida a un compromiso social emancipatorio de las estructuras establecidas en la sociedad moderna. Es en Dialéctica de la Ilustración (1944), obra enmarcada en el contexto de la barbarie de la II Guerra Mundial, donde Adorno y Horkheimer acuñan el concepto de industria cultural para explicar un cambio en los procesos de transmisión de la cultura regida por el principio de mercantilización y de producción en serie [1]que modificaba de manera sustancial su carácter tradicional.

 

La industria cultural es la cultura propia de la sociedad de masas. Aquí todo está sometido al poder del capital [2], es por esto, que las categorías económicas de productores y consumidores se trasladan también a la esfera de la cultura. Los productos culturales que van desde el cine de Hollywood a los carteles publicitarios enajenan con la repetición de sus mensajes, manipulan los estilos de vida con el lenguaje y las técnicas, engañan proponiendo una falsa felicidad y provocan una estandarización con fines de rentabilidad económica y control social. Los valores sociales se convierten en mercancías, los cuales influyen en el comportamiento de las personas. Nos encontramos ante la crisis del arte y la cultura.

 

El artista libre emancipado ya no existe, la cultura tiene que satisfacer al poder y adscribirse a una ideología. El estilo de la industria cultural es la negación del estilo, sólo se busca el entretenimiento, que el espectador disfrute con la expectativa de sentido. Rutina disfrazada de naturaleza. Adorno se refiere a la industria cultural como “industria de la diversión”, un ocio fácil de comprender que ha perdido toda capacidad creativa o de innovación. El mundo entero es conducido a través del filtro de la industria cultural, no hay cabida para la imaginación ni el pensamiento, estas facultades se paralizan. Productos que adormecen. El arte de masas privilegia lo comunitario en un afán presuntamente democrático, pero no ayuda a un auténtico desarrollo humano sino que nos crea necesidades que luego nos vende. Para la industria cultural no somos más que consumidores, clientes, masa acrítica, en última instancia: objetos. Una cosificación que tiene que ver con la fuerte conexión entre arte y vida, porque la reificación de la cultura no es tan sólo un acontecimiento más; al fin, representa la reificación del espíritu mismo.[3]

 

 

Bibliografía

 

Horkheimer, M. Adorno, T., Dialéctica de la Ilustración, Madrid, Trotta, 1998.

 

Benjamin, W., La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica, Madrid, Abada, 2008.

 

Friedman, G., La filosofía política de la escuela de Frankfurt, México, Fondo de cultura económica, 1986.

 

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[1] Concepto desarrollado por Walter Benjamin en La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica (1934), aunque Benjamin se nos presenta como una excepción, ya que para él la obra no reproducida es la que es reaccionaria porque posee aura y eso es un resto de magia propio de la función ritual que poseía el arte en la sociedad feudal. Es con la aparición de la reproductibilidad técnica que la obra de arte se emancipa de su existencia parasitaria en un ritual.

[2] Siendo la obra Plusvalía de Cristina Lucas, una investigación de cuál sería el valor de mercado de los manuscritos de El capital de Marx el ejemplo más claro y a la vez paradójico de que la economía lo invade todo.

[3] Friedman, G.: La filosofía política de la escuela de Frankfurt, México, Fondo de cultura económica, 1986. p.50.

 

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